La saturación moral en nuestras sociedades
El bombardeo moral que no cesa
Es imposible saberlo pero cuando vivíamos en tribus de cazadores-recolectores probablemente no presenciábamos muchas transgresiones de normas morales cada día. Tal vez Fulano no compartía su presa con el grupo o Mengano era un abusón y se había comportado de forma agresiva con otros miembros de la tribu. Al transgresor se le daba un toque de atención, o se le expulsaba de la tribu o, si la cosa era muy grave, se le ejecutaba entre todos. Así sería, aproximadamente y muy resumido, el ambiente moral.
Cuando vivíamos en pueblos o pequeñas ciudades, la atmósfera moral seguramente tampoco era tan asfixiante. Habría algún robo, alguna pelea, el cotilleo nos informaría de que alguien había cometido una infidelidad y cosas por el estilo. Los delincuentes tendría que responder ante la justicia y si el problema no requería una actuación policial o judicial pues la respuesta de la gente sería el alejamiento de los sujetos de mala reputación, su condena al ostracismo. Pero eso sería todo.
Pero ahora ocurre algo totalmente nuevo ya que vivimos en una aldea global, que es todo el mundo, y tenemos unos medios de comunicación que nos informan de todo lo que pasa hasta en los lugares más remotos. Y hay mucha gente mala -y buena- haciendo cosas malas en el mundo. Y la cosa se ha complicado. Continuamente nos informan de transgresiones morales en todos los lugares del globo: la policía estadounidense ha matado a una persona de color, se está cometiendo un genocidio en Gaza, nos informan de violaciones todos los días, han matado a un activista político en EEUU, están matando drusos y cristianos en Siria, católicos en Nigeria y otros países, la ultraderecha ha aumentado en Alemania y otros lugares, la lista no tiene fin. La avalancha de actos inmorales es inmanejable y ese calentamiento moral nos hace el ambiente irrespirable y nos genera una saturación y un estrés moral.
Porque no sólo es que se nos informe de unos actos inmorales sino que se nos pide un posicionamiento al respecto de cada cosa y que los condenemos y nos manifestemos de forma pública, ya sea en las redes o en la calle. Bueno, no se nos pide una posición acerca de todas las transgresiones, algunas transgresiones entran en el radar moral y se convierten en temas de opinion pública mientras que otras cosas no llegan a la opinión pública. Esto no es casual ni arbitrario y responde a intereses, desde luego. Manipulan nuestra moralidad y nuestras emociones, como la indignación moral, igual que manipulan nuestros instintos consumistas. Y cuando un tema llega a la opinion pública hay que posicionarse, porque si no te sientes interpelado eres mala persona. Tenemos que exponer nuestra moralidad al exterior. Si frente al debate sobre el genocidio en Gaza piensas que no te corresponde a ti decidirlo, que para eso hay una corte penal internacional que examinará los criterios de genocidio y tomará una decisión, pues no haces lo suficiente. Si opinas que hay unos representantes políticos que se supone que están precisamente para eso y para ocuparse de cuestiones como de si hay que vender armas a Israel, si los equipos o deportistas de cierta nacionalidad pueden participar en competiciones o no, si un país puede acudir a Eurovision, etc., no estás haciendo suficiente.
Yo no creo que la gente de la calle deba pronunciarse sobre la situación en Nigeria, Gaza, en el Sáhara o sobre todo el mal en el mundo. La gente normal tenemos que trabajar, llevar y traer a los hijos al cole, criarlos y educarlos, llevarles al médico, tomar un café o una cerveza con los amigos… Es imposible por falta de tiempo informarnos y conocer con el suficiente detalle todo lo que ocurre. Se supone que por eso hemos hecho una división del trabajo en nuestras sociedades de manera que los médicos se dedican a curar enfermedades, los bomberos a apagar fuegos, los maestros a enseñar, los policías a detener delincuentes, los jueces a juzgarlos, los cajeros a cobrarnos las compras, etc. No sé si tiene mucho sentido que las asociaciones de bomberos o de maestros emitan manifiestos o comunicados sobre la situación en Nigeria, la India o el Yemen.
Otra cosa es que la ciudadanía no esté de acuerdo con la gestión de un gobierno y convoque una manifestación, una huelga o lo que crea conveniente. Por supuesto que es legítimo. Y además puede servir de algo. Pero creo que el bombardeo moral que estamos viviendo es excesivo y estéril. Hay estudios que asocian ver las noticias con un aumento de la ansiedad y el estrés y creo que el componente moral de esta sobrecarga informativa es uno de los que más nos afecta negativamente. Nos sirven una dieta de noticias y maldades terribles cuando no está nada claro que los ciudadanos de a pie podamos hacer absolutamente nada al respecto, aparte de quedarnos con el corazón encogido. Muchas de estas cuestiones de moda moral sólo sirven para consumo interno, para que hagamos una señalización de virtud a nuestro entorno y demos a conocer a los demás lo buenas personas que somos porque nos preocupan todos los problemas del mundo. Pero poco podemos hacer en el mundo real y esa sobrecarga nos puede llevar a la angustia y la parálisis.
En definitiva, creo que nos enfrentamos a un problema que en biología evolucionista se llama de desajuste (mismatch) entre el ambiente ancestral en el que se desarrolló nuestra moralidad y el ambiente moderno en el que vivimos ahora. Ese desajuste es causa muchas veces de problemas y enfermedades. Por ejemplo, tenemos una gran apetencia por grasas y dulces, lo que no fue un problema en el ambiente ancestral pero sí lo es en el ambiente moderno donde tenemos acceso a tanta comida. De la misma manera, nuestro sistema endocrino y nervioso no está pensado para situaciones de estrés crónico. En ambientes ancestrales podría perseguirte un depredador y sufrir un estrés agudo pero la cosa se resolvería en poco minutos bien en un sentido o en el otro. Pero lo que no existía en tiempos de los cazadores-recolectores era un jefe que te hacía bullying durante meses o años, un día sí y otro también, hasta generarte un cuadro depresivo. De la misma manera creo que ese desajuste entre el ambiente moral ancestral y el actual es también causa de estrés y de sufrimiento.
También ocurre que las redes sociales son un estímulo moral supernormal. Nos están atiborrando con las transgresiones morales que ocurren en todo el mundo y nos piden una respuesta y una acción o intervención que está más allá de nuestras posibilidades como ciudadanos normales, lo que nos genera angustia, estrés y un agotamiento de la empatía. Este artículo trata muy bien estos aspectos que comento.


Efectivamente no tiene mucho sentido que las asociaciones de loquesea se dediquen a emitir manifiestos sobre cualquier tema, aunque sí tendría todo el sentido del mundo que sumaran su apoyo, firmando como asociación, a una determinada movilización civil sobre cualquier tema de trascendencia para el conjunto de la sociedad dentro de la cual operan esas asociaciones. Por otro lado, apuesto a que cuando vivíamos en aldeas y pequeñas ciudades no todo era tan sencillo como propones. Probablemente había revueltas protestando por los diezmos o grupos de gente que se organizaría para impedir que quemaran a una bruja buena, es un poner, y seguro que se arriesgaban conscientemente a les partieran la crisma, o algo peor, las fuerzas y cuerpos de seguridad del castillo. Está claro que la globalidad ha traído ese avalancha de actos inmorales, pero no sé si esa supuesta necesidad de posicionamiento que señalas supone un sufrimiento real y diferente al de antaño. Tanto antes como ahora, siempre hemos tenido que elegir las peleas en las que queremos lidiar y sabemos que no se puede estar a todo, en misa y repicando, y hemos desarrollado una nueva capacidad para observar la inmoralidad en la tele, de fondo, mientras bebemos cañas y tomamos patatitas con la cuadrilla, antes de ir a dormir un día más a pierna suelta.
Por añadir algo que a mí no deja de asombrarme como "primatólogo voyeur", me gustaría hacer una nota sobre lo que se ha llamado "señalamiento de virtudes", "estatus simbólico" y que lo llamo "pseudo-moral discursiva". En nuestra sociedad actual hemos codificado las valoraciones y opiniones con carga moral de los sujetos como un acto moral en sí mismo. Es decir: valoramos moralmente los actos de indignación o aprobación moral sobre hechos que no tienen nada que ver con el obrar diario de las personas y su alcance fáctico. Es lógico y racional estar pendiente de las opiniones morales como indicador de potenciales acciones de las personas, pero sólo es lógico si lo aplicamos al radio de acción de las personas (a esa esfera local que mencionas). [Si mi amigo dice que no ve nada malo en follarse a la mujer de mi colega, eso me puede indicar posibles traiciones.]
Ahora bien: si yo cuelgo una bandera en el balcón, expreso mi lástima por la situación en x conflicto o cuelgo un twitter, nada de eso revela mi conducta (puedo ser un miserable que traiciona a su amigo, defrauda a Hacienda o descuida a su madre).
Hemos sustituido la valoración moral de conductas con efectos por la valoración de expresiones de juicios morales. Esto se explica por razones sociológicas, de estatus: uso de opiniones para colgarse medallitas y diferenciar al otro. La cosa ha degenerado hasta tal punto que la gente dice que no tendría un amigo o una pareja con x opiniones morales sobre cierto tema, en vez de fijarse en si es una persona decente, confiable, bondadosa, recta o juiciosa. ¿Qué más da que tu fiel colega (o tu mujer) que siempre te apoya, con el cual disfrutas y que además es un tipo decente esté en las antípodas ideológicas tuyas? Hay que señalarlo, porqué es absurdo que la opinión de Pascual sobre la guerra de Gaza ("me la pela y no me interesa", p.ej.) haga que Paquita, con la que se está conociendo, diga: "Oh, es un monstruo sin sentimientos", justo después de que le haya hecho la cena por el hecho de estar cansada. La gente juzga a otras por si dicen "ojalá volviera Franco" u "ojalá hubiera triunfado Durruti", cuando eso no dice absolutamente nada de si esa persona es un buen trabajador, un amigo decente, un buen padre, trata de forma correcta al dependiente de la tienda, recoge la mierda del perro o no hace ruido por las noches jodiendo al vecino.
Todo esto, como aficionado que eres a la biología evolutiva, no es más que una consecuencia del chismorreo, al que considero el análogo del "quitarse las pulgas" de otros primates.